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¿Dónde quieres ir?

jueves, 19 de enero de 2012

No es un adiós, sino más bien... un hasta luego...

    Muchas veces nos cuesta decir adiós… ese momento en que el tiempo se detiene, todo queda suspendido en el aire, las manos de los que se despiden quedan enlazadas, las pupilas dilatadas y los ojos anegados en lágrimas, y en los labios, temblorosos… pende de un hilo la palabra maldita que no queremos pronunciar… adiós…

    No sé cuantas situaciones nos pondrá la vida por delante, en las que tengamos que decir tan corta palabra, yo prefiero decir un escueto “¡Hasta luego! Pronto nos veremos…” que un lúgubre adiós, porque esto significa que todo acabó…

    Hoy me ha dado la vena melancólica, de esa que en algún momento todos tenemos que nos hace recordar cosas que preferimos olvidar, y que inevitablemente, nos entristece haciendo que pocas cosas consigan sacar de nosotros una leve sonrisa que nos pueda, a nosotros mismos, engañar. Hoy ha sido una de esas clases tristes, porque te das cuenta, que lo que una vez no quisiste empezar, ahora no quieres acabar, y recuerdas como muchas otras cosas que acabaron ya no volverán…

    Hoy es cuando hemos recordado a nuestros antiguos maestros… ¡aquellos que tanto lidiaron con nosotros!, y es hoy cuando no he podido evitar recordar…
 
    No sé cuántos libros tengo en mi casa… ¿100?, ¿200?... nunca los he contado, ¡ni los voy a contar!, porque el número no deja de crecer… pero si sé de donde me viene tal afición. La primera que empezó a introducirme en este mundillo (como ya dije alguna vez…), fue mi madre… tras ella, debo dar las gracias a mi profesora de 3º de EGB, que hacía mucho ruido con su bote de cristal sobre la mesa, pero sabía en qué momento se debía regalar un libro que te consiguiera enganchar…

    Tras ella vino mi profesora de 5º de EGB… ¡qué malas pulgas tenía!, pero que bien nos hacía leer… se montaba unas obras de teatro impresionantes con tal de acercarnos el mundo de la literatura a nuestro aula, y después… 8º de EGB… ¡vaya curso difícil!, pero curiosamente, fue el único que a la primera aprobé… pues… podríamos decir, que de pequeña, eso de estudiar no iba conmigo mucho que digamos…

    Y nos metemos en la etapa de BUP y COU, y aquí sí que me quiero detener un poco más… recuerdo a todos y cada uno de los profesores que han pasado por mi vida, y no quiero desmerecer a ninguno de ellos, porque como bien hemos dicho hoy, de cada uno aprendemos… pero sí quiero destacar a dos personas, que de algún modo, marcaron el camino que he seguido hasta lo que soy hoy por hoy…

    Ambas profesoras a las que quiero recordar, me enseñaron lo que es amar… amar la literatura sin más, pero no solo de la literatura he de hablar si a ellas me quiero referir...

    Una de ellas confió en mí, no dio su brazo a torcer cuando yo lo di, me recogió cuando caí, y me levantó a lo más alto diciendo que “podía dar mucho de lo que había dentro de mí…”, obligó a muchos a retractarse sobre lo dicho pues… podríamos decir, que ningún profesor daba “ningún duro” por mí… y ahí sigue, dando sus clases después de tantos años de lidiar con alumnos tan negados como yo lo fui; sigue manteniendo su escudo de “dura profe”, pero es un escudo que se le resbala hasta los pies, cuando nos ve a los antiguos alumnos volver… ¡Gracias a mi tutora de COU estoy donde me veis!

     La otra de las profesoras… ¡bueno! Hay tanto que decir… la llamábamos “La Chispi”, ¡por lo poquita cosa que era!, pero… a mal genio nadie la ganaba… Ilusos de nosotros cuando creíamos que la engañábamos a la hora de decir la lección. Al principio, esta pequeña GRAN profesora, me llamaba como a mis hermanas (es lo que tiene que toda la familia haya ido al mismo “cole” durante muchos años, que acaban mezclando nombres…), y terminó por adoptar mi segundo apellido para así no confundirse con hermanas o primas: ¡Señorita Fraile!...

    “La Chispi” era literatura andante, vivía por y para la literatura, cada palabra que escribía… ¡sonaba cual melodía!, recuerdo una ocasión, en la que debía ser primavera, pues ya hacía calor y estábamos todos muy revolucionados… la pobre mujer gritó y gritó… ¡y encima de una silla acabó!, para que así la viéramos mejor, pero… no funcionó y optó por otro camino, leernos poesía, ¡todo el mundo calló!

    Un gesto muy característico de esta mujer, era ponerse el dedo en la nariz… ¡cuánto nos reímos entonces y cuanto ahora con ello nos gustaría reír!... ¿y su cara cuando íbamos al colegio a verlos a todos ellos y les informábamos de nuestro progreso en ese camino llamado vida?, reflejaba ilusión, esperanza, confianza… nos daba fuerza para seguir…

    Ahora, cada vez que volvemos al cole, a nuestro cole, falta algo… es cierto que muchos de los profesores que me dieron clase a mí, ya están retirados, rodeados de pequeños nietos que se las hacen pasar canutas… ¡pero ya se saben todas!, no sucede así con “La Chispi”, a la que hace un par de años tuvimos que despedir… y como bien dice el video que en clase vimos hoy, la anciana que sembró las semillas no las vio crecer, pero lo hicieron y hasta se reprodujeron…

    El pabellón del colegio en el que están las pistas de futbol, baloncesto y demás… ¡estaba a reventar!, no podían caber más alumnos… ¡de todas las generaciones!, y todos los profesores que alguna vez trabajaron en “El Pilar”… y es que ese día, fuimos una gran familia que volvía al hogar, ya no para despedir a una persona, sino para decirla: “Aquí estamos, somos tus frutos, las semillas germinaron, ve tranquila que nos volveremos a ver…”

    En definitiva… he tenido muy buenos ejemplos a seguir, y no voy a negar que los sigo teniendo… pero cada uno de nosotros debemos recoger lo bueno que vamos encontrando en el camino, para formar nuestra propia personalidad, aquella con la que si es sincera, lograremos brillar.

    Pensemos por qué queremos ser maestros, pensemos cuánto por ello vamos a luchar; carguemos nuestras mentes con las armas de la inteligencia y… ¡ahora sí!, es el momento de echar a caminar…

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