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lunes, 7 de noviembre de 2011

¿Hormiga o Cigarra?





La cigarra y la hormiga es una de las fábulas atribuidas a Esopo, y recreada por Jean de la Fontaine y Félix María Samaniego.

Como podemos ver en el corto que Disney basó en dicha fábula, la cigarra solo se preocupa de jugar, cantar, bailar y comer cuanto le apetece; en cambio, las hormigas recogen todo lo que encuentran y lo van almacenando. Cuando llega el frío invierno, la cigarra se ve en la obligación de pedir cobijo a las previsoras hormigas, que finalmente la acogen.

Cuando Jean de la Fontaine, y más tarde Samaniego recrean esta fábula, cambian el final: la hormiga tan generosa que acoge a la cigarra se convierte en un insecto realista que no ayuda a la cigarra, pues si siempre le da todo hecho, nunca aprenderá por sí misma…

En las fábulas de Esopo no encontramos una doctrina, pero sí una enseñanza moral. El autor pretendía recoger experiencias de la vida cotidiana que formasen un conjunto de ideas moralizantes.

                Ahora bien, la pregunta es: ¿podemos mostrar esta fábula a los niños? Como corto de Disney, les puede gustar, pero si pretendemos enseñarles una moral determinada, ¿por cual nos podemos decantar?: ¿por el perfil de hormiga trabajadora que no tiene tiempo de pararse a cantar y siempre está supervisada y sometida a la reina hormiga? O… ¿por el perfil de una cigarra que solo piensa en cantar, bailar y jugar?

                Si ambos extremos los aplicamos a la educación, obtendríamos lo siguiente:

-          Una hormiga sería aquel niño al que queremos hacer crecer demasiado deprisa, sin seguir el curso natural de su evolución. Un niño al que le tuviéramos prohibida la diversión, pues lo principal es aprender, aprender y aprender. Volveríamos a la vieja escuela, aquella en la que se decía: “La letra, con sangre entra” (no confundir con el título todo contrario de mi blog: La letra… leyendo entra!!), la posición del maestro volvería a estar sobre la tarima de madera, por encima de cualquiera de sus discentes que no tienen derecho a dar su propia opinión. Nos convertiríamos en mimos imitadores de aquél que nos traspasa su saber…

-          Una cigarra sería aquél niño que no tendría más que preocuparse de divertirse y pasarlo bien, las obligaciones y los límites quedarían fuera de su ámbito, pero… todos los niños necesitan límites, un niño sin control es como un barco sin timón. Un niño al que se deje “a su aire” desemboca en un adulto que sólo trata de llamar la atención para conseguir aquello que quiere.

Así pues, ni las hormigas son tan buenas, ni las cigarras son tan malas. Propongo un modelo de educación basado en la figura de una “cigarra hormigada”, es decir… en la educación, debemos seguir y respetar el momento evolutivo del niño, como ya dijo Rousseau: “la educación debe de adecuarse a cada una de las etapas de desarrollo del niño; los contenidos y objetivos de la educación deben trazarse a partir de los intereses y motivaciones del alumno acorde a su etapa de desarrollo. Esta postura conducirá a que el alumno sienta realmente aprecio e interés por el proceso educativo al no ser este ajeno a su situación”, no conseguiremos nada con intentar razonar con el niño cosas que para él son incomprensibles, así pues, no les podremos hacer entender que si no recogen alimento y solo piensan en jugar, el invierno podrá acabar con ellos, porque para el niño que se divierte en verano, el invierno es una realidad tan lejana que no le presta atención.

De igual modo podemos decir, que la interacción del niño con el mundo físico viene dada a través de los juegos; y sigo citando a Rousseau: “A través de estas prácticas el niño sería capaz de desarrollar el sentido del discernimiento, cualidad que le permite al niño diferenciar entre el yo, y el mundo que le rodea, y encontrar las diferencias y las regularidades existentes”, de este modo obtendríamos una pequeña “cigarra hormigada”, que vive en su mundo de realidad imaginaria, pero que a la vez es capaz de acumular aquél discernimiento que en el futuro desengrasará los viejos engranajes que pondrán en movimiento la máquina del saber, haciendo que no se tenga que depender de la reina hormiga que supervisa todo nuestro quehacer, ni que venga a rescatarnos cuando el mal tiempo nos haga retroceder.