Casi dos años han tenido que pasar para que tuviera algo que
publicar en este blog… y no es que no haya habido cosas que contar!! Sino que
los astros se alineaban de tal forma que pensar, escribir y publicar no podían
combinarse en la misma acción…
¿Y por qué ahora sí?, pues porque había una duda que rondaba
mi cabeza y ahora que tengo la opción de contemplarlo en persona, intento
buscarle solución.
Muchas veces oímos decir que nuestros niños no leen, que su
comprensión lectora es pésima, y que esto les incide de manera negativa a la
hora de poder desarrollar la totalidad de las materias que deben estudiar en el
“cole”, y si bien es cierto esto último que digo, creo que no lo es tanto la
idea de que estos niños no leen…
Claro!! Si nos remitimos a esas tediosas lecturas que todos
nos hemos tenido que leer alguna vez dentro del ámbito escolar, se confirma la
teoría de la “no lectura”, y… ¡ojo!, no digo que no deban conocerlas puesto que
es cultura general que todos deberíamos dominar pero… ¿quién no ha hecho trampa
copiando el resumen de algún libro?, ¿o preguntando al salvador de turno de que
iba el dichoso librito momentos antes del examen?, y eso lo hacíamos “antes”
que no teníamos tanas distracciones y cosas interesantes a nuestro alrededor,
¿cómo no van a hacerlo los críos de ahora que tienen al alcance de su mano todo
tipo de recursos tecnológicos que podrían suplir a un aburrido libro?
Pongámonos en el caso, de que nos ponen ante la tesitura de
elegir entre leer una enorme enciclopedia escrita en antiguo castellano (con
todos mis respetos a este tipo de lectura y a todos los adeptos que tiene), o
ver la última peli que fue un “taquillazo”… muchos de nosotros nos inclinaremos
por esta segunda opción. Ahora pensemos al revés… nos ponen en el caso de leernos
el libro que relata la “peli” que fue un éxito hace pocos días, o ver una peli
que relata la transición del antiguo castellano hasta la forma en la que
hablamos en nuestros días… probablemente mucha gente se inclinase por la
primera opción; pues bien, esto mismo ocurre con los niños, decimos que no leen…
pero no leen las lecturas que les obligamos a leer mientras que demandan los
libros que son de su interés.
Ahora que tengo la oportunidad de comprobarlo en un “cole”,
he hecho una pequeña prueba: durante dos días consecutivos hice al mismo grupo
de alumnos de sexto de primaria, semejantes pruebas de comprensión lectora. Una
de estas lecturas hablaba sobre la importancia de equiparse bien en alta
montaña, y los peligros que podemos correr, así como daba nombres casi
imposibles de pronunciar, mientras que la segunda lectura era un tanto
fantasiosa en la que se hablaba de dinosaurios y diferentes animales
primitivos, también con nombres impronunciables y diversas fechas que recordar.
Las preguntas en ambas comprensiones lectoras venían a ser las mismas, y ambas
correspondían según la Comunidad de Madrid al curso de sexto de primaria. Las condiciones
en las que se hicieron las pruebas, iguales: primero se les daba la lectura sin
las preguntas, se les concedía el tiempo que necesitasen para leer, y una vez
que consideraban haber acabado, se les quitaba esa hoja para darles la que
contenía las preguntas.
¿Qué pasó con los resultados?: sencillo… si nos basamos en
cómo respondieron a la primera lectura diríamos: “estos niños no entienden lo
que leen… necesitan más tiempo de lectura y asimilar cada una de las frases que
leen, así no van bien…”, pero si nos fijamos en la segunda prueba que se les
hizo, esa sobre mundos fantasiosos, encontramos opiniones totalmente
contrarias, puesto que la totalidad de los alumnos habían respondido a un 90%
de las preguntas de forma correcta.
¿Entonces?, ¿qué está ocurriendo?... pues que decimos que
nuestros alumnos no leen las lecturas que les proporcionamos porque no son de
su interés, así que una vez más, me hago la misma pregunta: ¿no será que la vida
avanza mientras que los contenidos que se enseñan en nuestra escuela se quedan
atrás?
Respecto a todo esto, y haciendo referencia al título de
esta entrada, me gustaría citar a Jorge Luis Borges: “El verbo leer, como el verbo amar y el verbo soñar, no soporta el “modo imperativo”. Yo siempre les aconsejé a mis estudiantes que si un libro los aburre lo dejen; que no lo lean porque es famoso, que no lean un libro porque es moderno, que no lean un libro porque es antiguo. La lectura debe ser una de las formas de la felicidad y no se puede obligar a nadie a ser feliz”…